BIG EYES: La última de Tim Burton
El otro día fui con un amigo a ver Big Eyes, la última película de Tim Burton con una sensación en el estómago muy poco agradable, más que nada porque los últimos films de este director (Frankenweenie, Sombras Tenebrosas, Alicia en el País de las Maravillas,…) no me habían enganchado para nada y no me apetecía gastarme el dinero en ver de nuevo esa escenografía extraña y típica de Burton, mezclada con esas historias igual de raras.
Sinceramente, me alegró (y sorprendió) no encontrar nada de eso en la película (salvo en determinados y puntuales momentos), así que salí de la sala de cine, aunque no exuberante, sí contento por haber visionado un film muy entretenido (además si tenemos en cuenta que al final mi amigo pagó las entradas de cine, no os hacéis ni idea de lo feliz que pude salir de allí).
Big Eyes nos cuenta la historia (basada en hechos reales) del matrimonio de pintores Keane. Por una parte nos encontramos con Margaret Keane (interpretada de forma magistral por Amy Adams) que es una artista muy tímida, con poca personalidad y fácilmente manipulable, que fundamentalmente se dedica a pintar cuadros de niños solitarios con ojos grandes y por el otro lado tenemos a Walter Keane (también genial, Christoph Waltz), un vendedor inmobiliario y artista aprendiz, pero con enormes dotes comerciales, embaucador y sobre todo un visionario, que se atribuía la autoría de los cuadros de su mujer, con la excusa ante su esposa de que la gente jamás compraría la obra de una mujer.
Esta mentira inicial fue creciendo año tras año hasta alcanzar unas dimensiones demasiado gigantescas y, por consiguiente, grotescas hasta resultar increibles.
La "obra" del "artista" Walter Keane apareció en la revista Life y también realizó retratos para actrices famosas de la época como Kim Novak, Zsa Zsa Gabor, Natalie Wood y actores como Robert Wagner o el cómico Jerry Lewis y su familia, vestidos como arlequines.
Si me he referido a Walter Keane como visionario, ha sido más por el punto de vista comercial que tuvo del arte, es decir, cada cuadro que realizaba su mujer (que él hacía pasar por suyo) era difícil de vender y más si, por ejemplo, costaba cien dólares (esta cifra me la acabo de inventar, pero es para poner un ejemplo). Sin embargo se percató de que, aunque no vendiera un lienzo de cien dólares, sí que podía vender cientos de reproducciones en papel de ese lienzo al precio de cinco dólares.
El beneficio y la diferencia económica era abismal.
Y entonces el mundo del arte se revolucionó, porque cualquier ciudadano podía tener colgada en la pared de su casa un “cuadro” por apenas unos pocos dólares.
Walter Keane fue uno de los pintores con más éxito durante la década de los 50 y comienzos de los 60 (robando la autoría de las obras a su mujer) y la película abarca los años desde que Margaret abandona a su primer marido, conoce a Walter y termina denunciándolo, en un juicio de lo más pintoresco (os puedo asegurar que la gente del cine se descojonaba de la risa con esa secuencia en particular).
Como ya he dicho al principio, yo salí contento de la sala de proyección porque la película, aunque con alguna “Tim-Burtonada” que en nada hace frenar el ritmo del film, sabe hacerse entretenida, apoyándose sobre todo en un guión sencillo pero efectivo y, sobre todo en las actuaciones de Amy Adams y Christoph Waltz (en algún sitio he leído que Waltz se “merienda” a Adams, aunque en mi opinión es ella la que soporta toda la carga interpretativa del film y la que supera con creces la interpretación de Waltz).
Por otro lado, la banda sonora compuesta (¡como no!) por Danny Elfman, cumple de sobra con su cometido y te sabe meter de lleno en ese extraño “ambiente” generado por el matrimonio a la vez que con unos leves trazos musicales te transporta a la década de los 50.
La verdad es que os recomiendo esta película si queréis pasar un rato entretenido con algo cuyo argumento no gire en torno a los tiros o a la acción desmesurada, aunque eso sí… No esperéis encontraros con una obra maestra, sino con un entretenimiento relajado.
Nos vemos.
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