ZOMBIVAL: Entrada 6
Las marcas de los bordes de la carretera, pasaban volando a medida que el autobús avanzaba.
La música mantenía despierto al conductor. Una labor de responsabilidad la de un conductor de autobús, ya que cuarenta personas dependían de él. En el asiento del guía estaba su compañero, simulando como que no estaba haciendo una cabezadita. Pero no le importaba, cuando llegaran a Alicante sería él quien tomaría el volante hasta llegar a Murcia. Subió un poco más la música de sus auriculares.
Autobuses Jiménez: Valencia-Gandía - Benidorm - Alicante. Casi todo el autobús dormía, a las cuatro de la madrugada llevaban aproximadamente seis horas de viaje.
El joven del 15V, no podía dormir. Se había puesto las gafas de sol, para ver si con menos luz lo conseguía, nada. Tenía unas nauseas horribles. Intentó vomitar en la parada de Gandía pero no pudo.
Se había tomado un paracetamol, porque sentía como le ardía la cara de la fiebre que tenía, pero no había servido de nada.
Como iban a flipar los colegas cuando les contara que había estado en el hospital que ahora estaba en cuarentena en Valencia, bueno, se lo contaría cuando se le pasara la gripe esta que había pillado. Quizás se lo contagió su hermana que estaba en tratamiento allí. En los hospitales sueles pillar cualquier cosa si no andas con cuidado. No recordaba que una gripe doliera de esa manera, ni siquiera recordaba que las gripes dolieran, era como si una losa enorme lo aplastara contra el asiento. De pronto empezó a híper ventilar.
Todos sabemos que es lo que podemos encontrar al final de un autobús, solo las “chicas malas y los chicos malos”, se sientan al final de los autobuses, Estefanía no era mala, solo que el lugar más adecuado para que te meta mano tu novio, y algo más, es el final del autobús. Cualquier hombre hubiera pensado que era una ¿golfa?, pero ella se autodefinía como una mujer liberada, tan liberada como el cierre del sujetador que llevaba.
Su novio nunca había perdido el tiempo, habían esperado despiertos solo para este momento. El momento del morbo, del placer oculto pero a la vista de todos, hacer el amor en la parte de atrás de un autobús en marcha lleno de gente. "Este idiota se cree que soy boba, hacer el amor cuando lo que quiere es follar". Y en ello estaba, desnuda ya de cintura para arriba, recostada contra la ventana, levantándose la falda poco a poco. Él, sentado en el asiento de al lado se desabrochó el cinturón.
Entonces se oyó un quejido ahogado. Él asomó los ojos por encima del asiento, pero estaba todo oscuro. Tan solo se veían las luces de la autopista entrando a latigazos en el autobús. Unos asientos más adelante había un poco de movimiento asi que la chica se puso la chaqueta vaquera.
— No es nada Fanny.— Dijo su novio mientras se bajaba un poco los pantalones.— No somos los únicos que estamos en faena esta noche.
Le entreabrió la chaqueta vaquera poco a poco dejando descubiertos por segunda vez en esta gloriosa noche, esos preciosos pechos.
Un gorgoteo llego hasta ellos, Fanny cruzó los brazos para ocultar sus senos. Su novio volvió a levantar la cabeza por encima del asiento. Alcanzó a ver a un hombre en el pasillo a unos 5 asientos de donde estaban. Se agachó de nuevo.
— Shhh Fanny que nos van a pillar, ji ji ji.— Susurró y giró otra vez la cabeza para mirar al pasillo del autobús- ¿¡OH!?
No pudo decir más. El hombre le había agarrado la cabeza con las manos y tiraba del hacia el pasillo, con una fuerza inusual.
Fanny vio cómo su novio era levantado literalmente del asiento y soltó un gemido ahogado.
— ¡Suelta, suelta, suéltame!.
El hombre tiraba de la cabeza hacia arriba como si le quisiera mirar a la cara nariz con nariz. El novio de Fanny intentaba escabullirse, pateaba, golpeaba con los puños. Ella estaba tan aterrada, que hasta sus generosos pechos temblaban de puro miedo.
Su mano palpó a su izquierda un objeto, era un martillito de seguridad, tiró del hasta liberarlo.
— ¿Pueden al fondo sentarse por favor?— dijo el conductor mirando por el espejo retrovisor.
Su novio no podía responder. Intentaba separarse físicamente de su atacante, pero no podía, le estaban estrujando la cabeza y con todo el jaleo los pantalones se le habían caído por completo.
Era más que violento. Dolía mucho. Le estaban mordiendo en la boca, notó la dormidera y el frío en las encías y entonces se puso a gritar.
La señora entrada en carnes que ocupaba el asiento cero nueve P se giró mirando hacia el fondo del autobús.
— ¡Jóvenes!, ¿Que no oyen lo que les dice el conductor?, por favor que ya no hay educación.
Fanny gritó.
La oronda señora, definitivamente alterada, dio un paso al pasillo.
— ¿¡Pero que están haciendo!?
El joven recibió otro mordisco, que le arrancó lo que quedaba del labio inferior y al mismo tiempo los incisivos inferiores se le partieron.
Eran ya varias cabezas las que miraban a lo largo del autobús por encima de los asientos, el resto de pasajeros todavía dormía o intentaba no despertarse sin apenas conseguirlo a causa del repentino alboroto.
Hacia el final dos figuras salpicaban de sangre los asientos numerados de pasillo.
— Hagan el favor de sentarse, la siguiente parada es Alicante.— Dijo el conductor con la mirada fija en la línea de la autovía, estaban entrando en una zona de niebla.
Fanny vio como el hombre de las gafas de sol soltaba a su novio, o a lo que quedaba de él, que con el rostro ensangrentado se desplomó en el suelo, gimiendo "Ghhanny Ghhaaaanny".
El conductor encendió las luces del interior del autobús alarmado por el alboroto.
El hombre de las gafas de sol se quedó quieto en medio del pasillo, la señora del cero nueve P ya no estaba sola, otros pasajeros se habían unido a ella. Cada vez más pasajeros se levantaban a participar en el coro de gritos y observando helados como la boca del individuo de las gafas de sol babeaba sangre.
En un momento, como si alguien hubiese dado la señal de salida de los cien metros lisos, todos, sin excepción, salieron corriendo hacia la puerta delantera y el asiento del conductor.
El autobús pasó del carril de la derecha al arcén derecho en un momento, sacando chispas del quitamiedos. Después en dos segundos cruzó los dos carriles e invadió el arcén izquierdo chocando contra los bloques de hormigón de separación de la autovía.
La rueda de dirección izquierda topo con el bloque de hormigón. El autocar a 120 km/h se fue inclinando hacia la derecha hasta apoyarse solo sobre dos ruedas y finalmente cayó de lado en el asfalto haciendo chirriar cada tornillo y pieza de metal durante unos segundos, hasta que se quedó quieto y se hizo el silencio.
Un autobús estaba atravesado en la A-70 a la altura de la salida de Mutxamel-Sant Joan en medio de una ligera neblina. En la oscuridad de la noche, apenas dos minutos más tarde, un turismo chocaba contra él, al minuto otro…
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