ATENCIÓN RADIOPATIO: ¡Hasta luego, Mariví!
El 3 de abril, Mariví Bilbao nos abandonaba a la edad de 83 años, 60 de ellos dedicados a la interpretación. Una abuela malhablada, fumadora empedernida y bebedora de chinchón, a la que se reconocía por sus comentarios afilados y cortantes.
Fue una actriz secundaria de lujo y su mayor popularidad la alcanzó en la jubilación, por sus papeles de Marisa Benito (la vecina cotilla) en “Aquí no hay quien viva”, de Antena 3 y de Izaskun Sagastume (otra vez de vecina cotilla) en “La que se avecina”, de Telecinco.
Inimitable (como siempre fue ella) y sin pelos en la lengua, anunció en el 2012 a los espectadores que dejaba el trabajo, y no por estar enferma o porque la hubieran echado, sino porque ya estaba bien.
María Victoria Bilbao-Goyoaga Álvarez nació en Bilbao el 22 de enero de 1930 en Bilbao y a la edad de 20 años, se cambió el nombre para que su padre no supiera que se dedicaba al mundo del “artisteo”, así que cogió la guía de teléfonos, la abrió por una página cualquiera y se apropió del primer nombre que vieron sus ojos: Ángela Valverde (un nombre artístico que cambiaría años más tarde por el de Mariví Bilbao).
Una de sus anécdotas más curiosas se produjo en el año 2007, cuando pisó la alfombra roja de los Oscar, acompañando a Borja Cobeaga, director de “Éramos pocos” y que fue nominado en la categoría de mejor cortometraje de ficción por la Academia de Hollywood.
Como no pudo conocer a Clint Eastwood, la ilusión de su vida, se encendió un cigarrillo, retando la prohibición de la organización de los Oscar, mientras decía: “Total, si no hemos ganado”.
Yo también tengo una anécdota con esta gran mujer.
Corría el año 1998. Hacía poco que había terminado la carrera universitaria (Bellas Artes) y mi amigo Gorka Vázquez me llamó para ayudarle en el rodaje de “Amor de madre”.
Por supuesto fui encantado y de ese rodaje siempre recordaré dos cosas: Ofrecerme voluntario para atrapar a una tarántula (por si le daba por escaparse, saltando de una encimera)… Y entablar una conversación con Mariví Bilbao.
Así dicho, puede sonar a un fan “locaza”, pero no… En un momento de descanso del rodaje estuve con ella, hablando del arte del rodaje y del misticismo de los planos y demás chorradas (en mi juventud me parecían muy importantes… Lo que tiene ser un chaval inocente y atontado).
Pues bien, unas horas después me entró el hambre y, aprovechando otro descanso, me preparé un bocadillo de embutido.
En esto aparece Mariví, me mira y me suelta con desparpajo (del mismo modo que tantas veces la hemos visto hacer en televisión): “Mucho hablar de arte, ¡pero bien que le das al chorizo!”.
Posiblemente fue la mejor lección que aprendí en esto del cine (mucho más que en todos mis años de universidad).
Así era Mariví: Única, increíble, inimitable.
Gracias por todos esos años que me has hecho disfrutar al verte en pantalla.
Espero que cuando llegues allí arriba, animes a toda esa panda de ángeles aburridos, sacándoles una sonrisa con tu sempiterno cigarrillo entre los dedos y una buena copa de chinchón.
¡Hasta luego, Mariví!
2 comentarios
No hay mucho más que añadir. Quien vale...vale. Y perdura.
ResponderEliminarPues sí... La verdad es que recordaré a esa mujer hasta el día que me muera.
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